domingo, 3 de octubre de 2010

De regreso a mi Argentina

(Por Diego Favot)

Ya estoy nuevamente en Argentina, después de haber visitado otras culturas muy diferentes a las nuestras, donde viví experiencias únicas e inigualables, donde tomé contacto con gente de cada país que visité, y pude comprobar la amabilidad de estos pueblos donde por momentos se parecen en ese aspecto a los argentinos. Pueblos amigos donde cada vez que nombraba mi país, una sonrisa se observaba en sus rostros, conocían de Argentina y sabían de qué lugar les estaba hablando, y cada vez que pronunciaba mi nombre Diego, me contestaban “¡Maradona!”, ese embajador del fútbol que por el solo hecho de dibujar firuletes en una cancha de fútbol ha hecho que un argentino sea recibido con la mayor simpatía en estos países tan tercermundistas como el nuestro.
Lugares donde por cuestiones religiosas hombres y mujeres viven vidas tan diferentes, con prohibiciones inentendibles para nosotros, con costumbres y convicciones que nosotros no tenemos, con necesidades por momentos mucho mayores a las nuestras,  pero que no les hacen perder el rumbo de la honradez ni tomar lo que no es de ellos, sólo a veces intentan hacer un buen negocio con el turista que es a quien tienen más a mano.
            Cuando llegué a Turquía noté claramente que su cercanía con Europa y su declaración de país laico me mostraba un país progresista y con intenciones de unirse al privilegiado grupo de la Comunidad Económica Europea. Pude observar claramente la diferencia existente entre la histórica y atrapante Estambul, y la asiática y agradable Kayseri, una ciudad grande en medio de un país que ya en ese punto es más asiático que europeo, donde pude saludar al Alcalde para agradecerle por la calidez de su gente.
            En Siria me sentí como en casa, comenzando por la simpleza de sus habitantes, siempre dispuestos a ayudar, a tomar un café, ofreciendo todo lo que tienen y con un corazón abierto al visitante. Estuve unos días en Alepo acompañado por Simón, que hizo más fácil mi comunicación con los lugareños, ya que en estos países y sobretodo en lugares donde no llegan muchos turistas, solo se habla y se escribe en árabe, por lo que el lenguaje de las señas fue mi aliado incondicional, y pude comprobar que en la mayoría de los casos, poniéndole el corazón, es posible entenderse. Y me tocó el corazón visitar la aldea de Maalula, con su santuario religioso y la posibilidad de escuchar hablar el arameo, la lengua de Cristo. Y me transporté a épocas romanas cuando visité Palmira, y luego sentí las huellas de la historia al caminar las callecitas de Damasco.
            Ya en Jordania la cuestión fue diferente, un país donde el Rey es todo un símbolo muy querido, además de ser quien decide en este país y quien construye una realidad alentadora para los jordanos que viven en Amman, su capital. La gente que vive en Petra son beduinos que sólo tienen como recurso la posibilidad de vivir del turismo, acrecentado en gran medida luego de que Petra haya sido declarada una de las siete maravillas del mundo, título que se merece por la grandiosidad de esas esculturas en roca ubicadas en un escenario natural que emociona.
            Mi paso por Israel fue muy efímero, sólo me llevo los sellos en el pasaporte y la rigurosa seguridad para ingresar al país, cuestión molesta pero a su vez entendible luego de la historia de este pueblo en cuanto a atentados y ataques por parte de sus países vecinos.
            En Egipto pude disfrutar de ese Mar Rojo que es único en el mundo por su vida submarina, por la transparencia de sus aguas y por los barcos hundidos que reposan en su lecho, ahí quietos, esperando que buceadores de todo el mundo los recorran y se asombren al poder descubrir la historia que ha quedado sumergida bajo las aguas.
            Y al llegar a El Cairo pude apreciar la magnificencia de una de las civilizaciones antiguas más atrapantes para mí, el Egipto de las pirámides, esas enormes moles de piedra que 4000 años atrás se levantaron para honrar a los faraones que construyeron su historia.
            Casi todos estos países me mostraron el Islam como religión predominante, conocí las costumbres y el pensamiento de quienes profesan esta religión, así como también pasé por lugares históricos y muy importantes para otras religiones como el judaísmo y el cristianismo. Por estas tierras pasaron las primeras grandes civilizaciones, y estar ahí y poder comprobarlo, me hizo revivir la historia del mundo antiguo y remontarme a un pasado lejano, donde hoy quedan reminiscencias en estos pueblos milenarios que los leía en libros de historia o me los enseñaron en el secundario, y nunca me imaginé poder estar hablando con descendientes de los asirios, persas, babilonios, otomanos, armenios, nabateos, egipcios.
            Quisiera agradecer a todos quienes me han ayudado de una u otra manera para que esto sea posible, desde mis afectos que son muchos y los tengo siempre presentes, hasta quienes trabajan en el diario y en la radio que en todo momento me han apoyado para la  cobertura del Mundial de Basquet Turquía 2010 y las visitas a Siria, Jordania y Egipto.
            Y desde ya mi agradecimiento a La Voz de San Justo y AM1050 Radio San Francisco por confiar en mí y permitirme que les transmita estas vivencias que seguramente habrán enriquecido el intelecto y el espíritu de lectores y oyentes, y nos harán pensar en la diversidad humana, en las diferencias  que nos separan y las coincidencias que nos unen, y saber que abriendo nuestro corazón nos podemos entender con hombres y mujeres culturalmente diferentes, pero con la misma esencia del ser humano.