miércoles, 2 de noviembre de 2011

El pueblo mágico de Tequila

Muy cerquita de Guadalajara se encuentra el pueblo de Tequila, aquél que le da el nombre a la bebida más famosa de México, popularizada a través del cine de Jorge Negrete, Pedro Infante y tantos otros.
Un empedrado nos transporta por sus pintorescas callecitas hasta la plaza principal, donde los sábados y domingos por las tardecitas todavía se acercan los “charros” montando sus caballos y atrás de ellos algún “mariachi”, mientras la gente del pueblo se toma unos tequilas como para no desentonar con la costumbre mexicana.
A unos pasos de la plaza se encuentra la destilería de tequila La Rojeña, la primera y más antigua del mundo y lugar donde se produce el tequila desde el año 1812. Esta historia que comenzó a escribirse allá por el año 1758 cuando Don José Antonio de Cuervo compró las tierras para la siembra del agave, la planta de donde se extrae el tequila. Y este hombre le dio el nombre a la famosa marca de tequila José Cuervo, una empresa 100% mexicana y con una tradición familiar que la hace única.
Esta bebida mexicana tiene toda una cultura atrás, ya que desde la siembra hasta la “jima” (cosecha) se la trabaja toda a mano, proceso que se realiza en los campos de agave azul, una especie del estilo del conocido aloe  y que crece en zonas desérticas, y  que bajo tierra tiene una piña que es la materia prima para producir el tequila.
Esta planta, que necesita de 8 a 10 años de maduración, debe ser podada año a año por el “jimador” para que su piña crezca al máximo, llegando a pesar de 20 a 40 kilos. Hay que tener en cuenta que por cada 7 kilos de piña se obtiene 1 litro de tequila.
El proceso productivo, aunque con alguna particularidad, es similar a la de cualquier bebida alcohólica y hace recordar a la producción del vino, con todas sus etapas hasta la de su conservación en barricas de roble. El tequila tradicional recién producido es el blanco, y si luego se lo conserva de 3 a 7 meses se obtiene el Reposado, de 1 año a 2 años y medio el Añejo y con 3 años ya se obtiene el Extra Añejo, un tequila más suave y con más sabor, notando una coloración cada vez mas oscura cuanto más tiempo se lo conserve en las barricas.
Por supuesto que para conocer la diferencia entre ellos se deben degustar todas las variedades, por lo que hay que ir preparado a entrar en calor con una bebida que tiene entre 38 y 40 grados de alcohol, que se debe disfrutar para sentirle su sabor y no beberla de golpe para que solo nos queme la garganta.
Y para completar el recorrido nos espera un Margarita, preparado por gente de la casa, que con hielo picado, tequila, sal y limón preparan esta exquisita bebida tan refrescante en el caluroso mediodía pueblerino.
Una recomendación final: a la salida de la visita, no olvidar caminar erguido, hablar solo lo necesario modulando bien las palabras, y tener en cuenta que los adoquines de la calle no son perfectos, para evitar alguna caída que delate la poca cultura alcohólica o lo mucho que se ha bebido a tempranas horas del día, aunque la excusa haya sido perfecta, ya que estuvimos en Tequila bebiendo tequila.

martes, 1 de noviembre de 2011

Diario de Viaje : La Clausura

Hacía días que venía luchando por los tickets para la Ceremonia de Clausura. Como es sabido, no toda la prensa tiene su lugar en este tipo de eventos, ya que el espacio es limitado y generalmente hay muchos compromisos por parte de los organizadores, los cuales dejan afuera a los cronistas que vamos a contar nuestra visión “in situ” de lo que se vivió esa noche.
Si bien los mexicanos encargados de prensa me habían dicho que el cupo para Argentina era de sólo 10 lugares (tengamos en cuenta que había 59 periodistas acreditados por nuestro país), desde prensa del Comité Olímpico Argentino se me informó que el día de la ceremonia pase a buscar mi ticket, que éste lo tendría un colega de Buenos Aires de un importante medio.
La mañana del domingo me llegué al centro de prensa donde estaría este periodista con los tickets, pero fue imposible ubicarlo y donde me confirmarían que el cupo mínimo se mantenía y la distribución estaría a cargo del Comité Olímpico Argentino.
Mi única opción, luego de intentar comunicarme insistentemente con el Jefe de Prensa del COA sin respuesta, fue dirigirme al Estadio Omnilife a ver que podía hacer ya que la realidad indicaba que todo estaba casi perdido.
Apenas me topé con el vallado policial de la Puerta 2 de Prensa, me “rebotaron” inmediatamente por no tener la “pulsera amarilla”, el pase que hacía las veces de ticket.
Era temprano aun, y me quedé esperando si algún piadoso periodista me conseguía un pase para el ingreso. Mientras tanto, observaba ingresar al sector de prensa gente que claramente no eran de prensa, y mi decepción ante la injusticia crecía. Ante el paso del tiempo, me dirigí a la Puerta 11, donde ingresaban los voluntarios y había escuchado comentarios que no eran tan estrictos los controles. Negativo Señor Juez!, estaban unas  mujeres de la Federal más malas que las arañas, y donde si no tenias un “sticker azul” no había credencial de prensa que valiera. Primero me rebotó una morena, mientras veía como voluntarios y gente que tenía un “gafete” de colaborador ingresaba sin problemas de a montones, y yo tras las rejas…
Era ya de noche y a las 20 hs comenzó la ceremonia con los fuegos artificiales, por lo que intenté el ingreso nuevamente con una platinada federal, pero me basureó más, y tiró mi ánimo por el piso. No era el día para “meter el pecho”, y silbando bajito me di toda la vuelta al estadio para volver a la Puerta 2 que ya la estaban desarmando, mientras escuchaba los ecos de la ceremonia.
Entre los personajes que me crucé esa tarde/noche, me topé con un buscavidas y un borracho con sombrero mexicano, que al darles cabida de conversación no hicieron más que gastarme por argentino, se sacaron fotos conmigo y luego logre huir ya que se estaban poniendo pesados. Lo curioso del caso es lo que me dijo el vagabundo respecto del borracho: “Este chavo trae suerte, ve con él que te hará ingresar…”
Y mientras me iba, se me ocurrió preguntarle nuevamente a la Policía Federal si no me dejaban pasar. Puse mi mejor cara de tristeza, que no me costaba mucho en ese momento, les expliqué mi situación y para mi sorpresa me dejaron avanzar, no sin antes aclararme que más adelante no me dejarían avanzar.
Pero al llegar al otro control, explicar el mínimo cupo de periodistas argentinos que pudieron entrar y pedir por favor una excepción, el encargado de los ingresos de prensa reconoció públicamente:”Si, es cierto, a los argentinos me los cepillé”. No entendí totalmente sus palabras, pero sí me quedó clara la idea.
Y le pidió la cinta a un colaborador, que me la dio y me acompaño hasta el sector de prensa, me consiguió un lugar, justamente donde estaban los argentinos que a base de amistades habían conseguido la preciada cinta.
Y se me puso la piel de gallina al ingresar al Estadio Omnilife y verlo desde dentro, un monstruo de la arquitectura moderna repleto a más no poder, y me emocioné y mis ojos se llenaron de lágrimas. El sonido perfecto, la gente que ovacionaba cada suceso, los flashes que tomaban miles de instantáneas, las luces que iluminaban al escenario y a los deportistas de las diferentes delegaciones con colores combinados de una forma única. Sólo me dediqué a contemplar ese despliegue de mágica perfección, mientras mi cuerpo no dejaba de transmitir emociones que desbordaban mi piel y humedecían mis ojos dejando escapar alguna lágrima.
Y disfruté cada momento, como la despedida de Guadalajara hasta la bienvenida de Toronto, el próximo anfitrión en 2015. Y disfruté el show de Diego Torres, The Wailers y hasta Ricky Martin, que cerró a toda máquina
Y al final se encendieron las luces del estadio, solo quedo lugar para la última foto y volver a la realidad, después de haber vivido un momento único, que fue un regalo que cayó del cielo, quizás lo ganó la insistencia de no rendirse ante las negativas, quizás fue obra de la simpleza con que rogué mi ingreso sumado al derecho que tenía para ello, quizás fue cruzarme con aquel “chavo” borracho que provisto de un don especial, toco mi suerte y facilitó mi ingreso para hacerme vivir momentos de emoción máxima en el cierre de mis primeros Juegos Panamericanos.

¡Ay mi Guadalajara!


La ciudad anfitriona de los Juegos Panamericanos de 2011 en su edición número dieciséis ha demostrado un gran colorido y apoyo de su gente en este megaevento del deporte americano, para el que habrá que esperar a Toronto en el año 2015 para vivir una justa deportiva de tal magnitud en nuestro continente.
Esta gran ciudad de aproximadamente 6 millones de habitantes es la capital del estado de Jalisco, el hogar original de los famosos “mariachis” y la tierra donde se produce el “tequila”, la bebida más tradicional de México.
Fundada en el año 1542 y ubicada a 535 kms. al norte de México DF, tuvo muchos inconvenientes para establecerse ya que en un comienzo sufrió de los ataques de los indios Cazcanes, Tecuejes y Zapotecos, por lo que luego de varios asentamientos se ubicó en el actual emplazamiento. Con arcadas coloniales y antiguas plazas o cuidados y sombreados parques, el centro de Guadalajara nos manifiesta su antiguo estilo colonial.
El clima aquí es templado, tanto que por las mañanas esta fresco (generalmente da para un sweater) y luego al mediodía se pone un poco caluroso ya que el sol pega fuerte, pero difícil que llegue a superar los 30 grados de temperatura en verano mismo.
El corazón de la ciudad es la Plaza de Armas, donde encontramos la Catedral y muy cerquita de allí se encuentra el Palacio Municipal, con sus arcadas y frescos sobre la fundación de la ciudad.
Y sobre la Plaza de Armas se encuentra el Palacio de Gobierno, donde lo más interesante son los murales de José Clemente Orozco, uno de los tres grandes muralistas que tuvo México junto con Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.
Y allí cerca se encuentra la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, un imponente monumento y diversas estatuas que reconocen a quienes han trascendido a través de la historia de Jalisco.
Tampoco debemos de olvidarnos del famoso Mercado San Juan de Dios, donde todo se encuentra, desde artesanías, souvenirs, ropa y hasta un patio de comidas típicas de la región.
Famosa también por la Feria Internacional del Libro que se celebra a fines de noviembre de cada año y es la más importante de habla hispana, esta pujante ciudad nos muestra la calidez de sus habitantes, tan amigables como sencillos, lo que no pareciera que estamos en una gran ciudad donde los códigos de los habitantes de una urbe suelen ser otros.
Y que decir de la fe religiosa de este pueblo, donde la Virgen de Zapopan, hecha de maíz por los indígenas en los tiempos de la fundación y conocida como La Generala, es muy venerada y respetada. Tanto, que cada 12 de octubre una multitudinaria peregrinación de 2 millones de personas acompañan a la Virgen en su camino desde la Catedral de Guadalajara para culminar en la Basílica, donde se ofrecen bailes y alabanzas. Hasta allí también llegó  Juan Pablo II en uno de sus viajes a México.
Orgullosos como ningunos, los “tapatíos” tal como se los conoce los habitantes de Guadalajara, están felices de ser el centro del continente por unas semanas y ser nuestros anfitriones, y mostrarle a América su cultura y sus sabores, y quien dice que tequila en mano y rodeado de mariachis, nos animamos a cantar: “¡Ay, Jalisco, Jalisco, Jalisco! ¡Tú tienes tu novia que es Guadalajara! “.