martes, 1 de noviembre de 2011

Diario de Viaje : La Clausura

Hacía días que venía luchando por los tickets para la Ceremonia de Clausura. Como es sabido, no toda la prensa tiene su lugar en este tipo de eventos, ya que el espacio es limitado y generalmente hay muchos compromisos por parte de los organizadores, los cuales dejan afuera a los cronistas que vamos a contar nuestra visión “in situ” de lo que se vivió esa noche.
Si bien los mexicanos encargados de prensa me habían dicho que el cupo para Argentina era de sólo 10 lugares (tengamos en cuenta que había 59 periodistas acreditados por nuestro país), desde prensa del Comité Olímpico Argentino se me informó que el día de la ceremonia pase a buscar mi ticket, que éste lo tendría un colega de Buenos Aires de un importante medio.
La mañana del domingo me llegué al centro de prensa donde estaría este periodista con los tickets, pero fue imposible ubicarlo y donde me confirmarían que el cupo mínimo se mantenía y la distribución estaría a cargo del Comité Olímpico Argentino.
Mi única opción, luego de intentar comunicarme insistentemente con el Jefe de Prensa del COA sin respuesta, fue dirigirme al Estadio Omnilife a ver que podía hacer ya que la realidad indicaba que todo estaba casi perdido.
Apenas me topé con el vallado policial de la Puerta 2 de Prensa, me “rebotaron” inmediatamente por no tener la “pulsera amarilla”, el pase que hacía las veces de ticket.
Era temprano aun, y me quedé esperando si algún piadoso periodista me conseguía un pase para el ingreso. Mientras tanto, observaba ingresar al sector de prensa gente que claramente no eran de prensa, y mi decepción ante la injusticia crecía. Ante el paso del tiempo, me dirigí a la Puerta 11, donde ingresaban los voluntarios y había escuchado comentarios que no eran tan estrictos los controles. Negativo Señor Juez!, estaban unas  mujeres de la Federal más malas que las arañas, y donde si no tenias un “sticker azul” no había credencial de prensa que valiera. Primero me rebotó una morena, mientras veía como voluntarios y gente que tenía un “gafete” de colaborador ingresaba sin problemas de a montones, y yo tras las rejas…
Era ya de noche y a las 20 hs comenzó la ceremonia con los fuegos artificiales, por lo que intenté el ingreso nuevamente con una platinada federal, pero me basureó más, y tiró mi ánimo por el piso. No era el día para “meter el pecho”, y silbando bajito me di toda la vuelta al estadio para volver a la Puerta 2 que ya la estaban desarmando, mientras escuchaba los ecos de la ceremonia.
Entre los personajes que me crucé esa tarde/noche, me topé con un buscavidas y un borracho con sombrero mexicano, que al darles cabida de conversación no hicieron más que gastarme por argentino, se sacaron fotos conmigo y luego logre huir ya que se estaban poniendo pesados. Lo curioso del caso es lo que me dijo el vagabundo respecto del borracho: “Este chavo trae suerte, ve con él que te hará ingresar…”
Y mientras me iba, se me ocurrió preguntarle nuevamente a la Policía Federal si no me dejaban pasar. Puse mi mejor cara de tristeza, que no me costaba mucho en ese momento, les expliqué mi situación y para mi sorpresa me dejaron avanzar, no sin antes aclararme que más adelante no me dejarían avanzar.
Pero al llegar al otro control, explicar el mínimo cupo de periodistas argentinos que pudieron entrar y pedir por favor una excepción, el encargado de los ingresos de prensa reconoció públicamente:”Si, es cierto, a los argentinos me los cepillé”. No entendí totalmente sus palabras, pero sí me quedó clara la idea.
Y le pidió la cinta a un colaborador, que me la dio y me acompaño hasta el sector de prensa, me consiguió un lugar, justamente donde estaban los argentinos que a base de amistades habían conseguido la preciada cinta.
Y se me puso la piel de gallina al ingresar al Estadio Omnilife y verlo desde dentro, un monstruo de la arquitectura moderna repleto a más no poder, y me emocioné y mis ojos se llenaron de lágrimas. El sonido perfecto, la gente que ovacionaba cada suceso, los flashes que tomaban miles de instantáneas, las luces que iluminaban al escenario y a los deportistas de las diferentes delegaciones con colores combinados de una forma única. Sólo me dediqué a contemplar ese despliegue de mágica perfección, mientras mi cuerpo no dejaba de transmitir emociones que desbordaban mi piel y humedecían mis ojos dejando escapar alguna lágrima.
Y disfruté cada momento, como la despedida de Guadalajara hasta la bienvenida de Toronto, el próximo anfitrión en 2015. Y disfruté el show de Diego Torres, The Wailers y hasta Ricky Martin, que cerró a toda máquina
Y al final se encendieron las luces del estadio, solo quedo lugar para la última foto y volver a la realidad, después de haber vivido un momento único, que fue un regalo que cayó del cielo, quizás lo ganó la insistencia de no rendirse ante las negativas, quizás fue obra de la simpleza con que rogué mi ingreso sumado al derecho que tenía para ello, quizás fue cruzarme con aquel “chavo” borracho que provisto de un don especial, toco mi suerte y facilitó mi ingreso para hacerme vivir momentos de emoción máxima en el cierre de mis primeros Juegos Panamericanos.

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