Fue muy emocionante ver al público cantar el himno de la misma manera que lo hacía en las lejanas tierras de Turquía. Fue la primera vez en el torneo y eso fue una muestra más de la importancia del partido.
Clima de final se vivió en el Polideportivo, y sin duda fue una final anticipada, entre los dos candidatos. Un estado lleno, que desbordaba. Y también desbordaba emoción y ansiedad.
Esa misma ansiedad que mostraron los jugadores argentinos en el campo de juego y los hacía fallar en los lanzamientos más fáciles. No fue suficiente en el primer tiempo toda la garra de Nocioni. Y la defensa portorriqueña fue demasiado para las escasas ideas ofensivas del elenco argentino. Las defensas prevalecieron por sobre los ataques y ofensivamente todo fue de los NBA Arroyo y Ginóbili que marcaron la diferencia y se pusieron sus equipos al hombro para finalizar casi igualados el primer período.
Pero este equipo argentino tiene mucha calidad individual, y al saltar nuevamente al parquet jugaron defensas excelentes que incluyeron robos y tapones, colocando un parcial de 16–0 que prácticamente sentenció el partido, ya que luego solo se dedicaron a cuidar la diferencia.
Con Oberto aportando defensa y ya más cómodo en su tarea, un Delfino con toda su calidad para convertir desde 8 metros o para dibujar garabatos bajo el cesto y la defensa de Prigioni sobre Barea, hicieron más fácil la victoria, y por supuesto, con nuestro abanderado “SuperManu”, indefendible al momento de atacar el canasto.
Basados en una gran defensa, el ataque argentino comenzó a fluir y el rival se fue apagando mientras la Argentina se lucía cada vez más.
Una prueba de fuego que nuestra selección superó sin inconvenientes y demostró que es el gran candidato al título.
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