MADRID,(Por Diego Favot, enviado especial).-
Un estadio casi repleto disfrutó de unos
minutos finales electrizantes, propios de una semifinal del mundo entre dos
potencias. El festejo final de los serbios fue una demostración clara de lo que
les costó llevarse la victoria y el pasaporte a la final.
Las banderas con los mismos colores y las
hinchadas muy bulliciosas en la presentación de los equipos hacían suponer un
juego peleado y parejo. Nada de eso ocurrió durante el desarrollo del mismo
excepto sobre el final. Ese final que nadie esperaba y que solo creía en ello
el francés Batum. Una andada de triples los puso injustamente en juego, y Serbia lo aguantó jugando ofensivas, ya que
defensivamente no podía con Francia y su puntería.
Desde un comienzo Francia no fue el mismo que
ante España y lo pagó caro, porque enfrente estaba Serbia que jugó muy bien, al
igual que en todos los partidos definitorios anteriores como ante Grecia y
Brasil. Jugó buenas defensas, nada vistosas pero efectivas, y en ataque la
categoría de Teodosic fue demasiado para estos franceses que lejos estuvieron
de lo demostrado la jornada anterior.
Pero el básquet y el partido les dieron una
oportunidad sobre el final, que estuvieron cerca de tomar si no fuera por la
capacidad basquetbolística de su oponente.
Merecida victoria Serbia que fue manejando el
partido a su antojo, y cuando Francia se vino en el último cuarto, lo aguantó
jugando con inteligencia, esa que tiene su entrenador Djorjdjevic que planificó el juego
y tomó las decisiones correctas, justas para evitar una victoria francesa que
sería una catástrofe después de todo lo que había hecho Serbia durante el
juego.
El festejo final del equipo serbio, con las
mascotas incluidas y su ferviente hinchada enfrente agitando sus banderas, sólo
fue interrumpido por un grupo de españoles que cantaban “¡Orenga dimisión!, ¡Orenga
dimisión! ”, pidiendo la cabeza del entrenador español, lo único que pueden
cantar desde la tribuna cuando la final entre EEUU y Serbia la vean por
televisión.
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