sábado, 6 de septiembre de 2014

Un día romano y andaluz


Ayer me levante tarde ya que el partido entre Argentina – Grecia y el trabajo posterior, más la cena muy tardía cambiaron la rutina diaria.
En la zona donde me alojo, llamada la Alameda de Hércules, habían estado promocionando una Feria Romana, cuestión que era digna de visitar. El lugar elegido era el correcto, ya que en los extremos de la plaza oval, similar a un hipódromo de las épocas romanas, se encuentran dos columnas romanas de aproximadamente 20 metros de altura, resabios y restos arqueológicos del paso de los romanos por estas tierras, que fueron parte del Imperio Romano cuando el mundo conocido en las épocas de los Césares era todo de ellos, el imperio era el mundo. Y Sevilla era parte importante de él por la una cuestión de posición estratégica.
Esta zona de la Alameda fue bautizada por el grupo de periodistas cordobeses como “la cancha de rugby”, por las columnas que parecían las “haches” y hacia allí partí para ver de qué se trataba la cuestión.
Una serie de puestos de artesanías, especias, hierbas aromáticas y un patio cervecero, con vendedores vestidos con trajes de las épocas romanas, producidos para la ocasión. Y al final del paseo, donde están las históricas columnas, un escenario. La música egipcia ingreso a mis oídos y mi curiosidad pudo más. Me acerqué y con un fondo de escenografía ambientada con hojas de palmeras, tapices y almohadones, unas mujeres ensayaban danzas de otros tiempos, épocas donde la dominación romana también había tocado la tierra de los faraones. Y allí estaba Cleopatra, abanicada con plumas por sus sirvientas.
Al comenzar el baile de una de sus sirvientas, descubrí en ella y después de tanto andar por estas tierras andaluzas, los famosos ojos moros, esos de los que hablan los “cantaores” de estas tierras. Y si bien fueron solo unos segundos, pensaba … “mirá donde vengo a encontrar lo que buscaba antes de comenzar el viaje, el saber del embrujo de esos ojos y lo que producen en artistas de la guitarra que le cantan a la “mujer grana”, a la mujer de los ojos negros”.
Y ella cómplice me guiño uno de sus oscuros faroles, como sabiendo de la atracción de sus ojos, mucho mas que cualquier otra danza corporal, porque aquí en Andalucía los ojos moros inspiran hasta al poeta mas mediocre, hasta al cantor que solo sabe rasgar las cuerdas y de lo único que habla es del embrujo de esa mirada. 



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