Hoy por la mañana aproveché a recorrer un poco la ciudad y la zona por donde se encuentra el hotel. Mucho movimiento desde temprano, lindos negocios muy bien puestos, shoppings, pasajes subterráneos para cruzar la calle.
Aquí no se percibe congestión de tránsito y es increíble la cantidad de líneas de colectivos que circulan. Están todos pintados iguales, aunque se puede observar los carteles luminosos digitales que indican el destino. Hay tantos que cuando tengo que tomar uno en especial me pongo a pensar si no habrá pasado ya o si pasó y no lo vi. Imagínense que identificar una palabra como “ZUMRUT” no es tan fácil, sobretodo si los nombres que aparecen en los carteles tienen diéresis y acentos raros. Y van pasando tipo cartel luminoso. Ni hablar de preguntar al chofer: “¿Me deja cerca de … ?”, ni en ingles. “Olvídalo, confía en tu instinto y que el “otobus” te lleve donde vos querés”, pienso para mis adentros.
Algo que descubrí es que quizás haya más gente que hable el alemán que el inglés, recordemos que en Alemania viven 2 millones de turcos, un dato no menor pensando en que hay gente que viaja a Alemania y tiene parientes allá.
Volviendo al transporte, los coches son nuevos, no emiten contaminación a simple vista ni están destruidos como en nuestras grandes ciudades. Son nuevos, los manejan tranquilos y con cuidado. También tienen un tranvía muy moderno y muy pintoresco. La verdad, a mi humilde entender, en infraestructura están mucho más desarrollados que Argentina. ¿Quién diría no? Y pensar que uno cuando piensa en Turquía se le vienen a la mente las odaliscas, las alfombras y los negocios de telas.
Lo que todavía no pude averiguar es por qué nosotros utilizamos el famoso dicho “Está perdido como turco en la neblina”. Quizás en la antigua Constantinopla tengan una respuesta a ello, este viernes por la noche estoy viajando hacia allá.
Nuestra selección sigue su camino hacia Estambul y ahí voy a estar para seguir transmitiendo mis vivencias en este apasionante mundial.
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