domingo, 19 de septiembre de 2010

Diario de Viaje

Portación de rostro

            Al visitar las ruinas de Palmira, y ante el ofrecimiento de un comerciante, decidí comprar un pañuelo árabe con su cintillo negro para cubrirme del sol, que en esta zona tan desértica pega muy fuerte, especialmente en horas del mediodía.
Ya paseando por el anfiteatro romano, y con mi atuendo típico al estilo de Yaser Arafat, observé a un grupo de seis o siete árabes, muy bien vestidos ellos, tomando fotos y conversando alegremente entre ellos. En un momento determinado, uno de ellos me pide si me puede sacar una foto. “Le pareceré gracioso con el turbante, pensé para mis adentros, y le hice la seña del OK”. Al instante, dos de sus compañeros se me acercaron y luego de un fuerte apretón de manos, me besaron en las mejillas muy efusivamente. La expresión era de alegría y admiración. Yo solo atiné a acompañar el gesto con una sonrisa. El problema fue cuando me comenzaron a hablar en árabe, ahí entendí todo, y les hable en inglés para sacarlos de la confusión. Nunca supe con quien me confundieron, seguramente algún famoso árabe o algún líder de la política. Luego de resuelta la confusión, no faltaron las risas y los chistes entre ellos, mientras yo pensaba en mi árbol genealógico y algún sirio que quizás se ha filtrado.
Por suerte, estos hombres demostraron alegría al verme, por lo que supongo que mi aire de árabe no me traerá problemas en el futuro.
De todos modos y por las dudas, ya guardé mi pañuelo turbante y difícilmente lo vuelva a usar, a menos que necesite algo importante en este amable país tan lejano al nuestro.

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